Ya que los gigantes de Jötunheim estaban enviando continuamente ráfagas frías de
viento para helar los brotes aún verdes y dificultar el crecimiento de las flores, Thor
decidió en una ocasión ir hasta allí y obligarles a comportarse mejor. Acompañado de
Loki, emprendió su camino en su carro y tras viajar durante todo un día, los dioses
llegaron hasta los confines del mundo de los gigantes, donde, tras divisar la cabaña de
un campesino, decidieron quedarse para descansar y refrescarse.
Su anfitrión era hospitalario pero muy pobre y Thor, viendo que él no sería capaz de
suministrar la comida necesaria para saciar su gran apetito, mató a sus dos chivos, los
cuales preparó y cocinó, tras lo cual invitó a su anfitrión y a su familia para que
participaran libremente de la comida, pero no sin antes advertirles de que lanzaran todos
los huesos, sin romperlos, dentro de las pieles de los chivos que habían extendido en el
suelo.
El campesino y su familia comieron con entusiasmo, pero su hijo Thialfi, alentado por
el malicioso Loki, osó romper uno de los huesos y absorber la médula, creyendo que su
desobediencia no sería detectada. Sin embargo, por la mañana, Thor, listo para partir
golpeó las pieles de chivo con su martillo e inmediatamente los animales se alzaron tan
vivos como lo estaban antes, excepto que uno de ellos parecía cojear. Percatándose de
que sus órdenes habían sido desatendidas, Thor estuvo a punto de matar a toda la
familia. Sin embargo, el responsable admitió su culpa y el campesino se ofreció a
compensar la pérdida entregándole al airado dios no sólo a su hijo Thialfi, sino también
a su hija Roskva, para que le sirvieran por siempre.
Encargándole al hombre que cuidara bien los chivos, a los cuales dejó allí hasta su
regreso y ordenando a los jóvenes campesinos que le acompañaran, Thor retomó su
camino a pie junto a Loki y, tras caminar durante todo el día, se encontró al anochecer
en una tierra inhóspita y árida, que estaba envuelta en una casi impenetrable niebla. Tras
buscar durante un rato, Thor vio a través de la niebla el borroso perfil de lo que parecía
ser una casa de extraña forma. Su entrada abierta era tan ancha y alta que parecía ocupar
una pared entera de la casa. Tras entrar y no encontrar ni un fuego ni una luz, Thor y sus
acompañantes se arrojaron al suelo para dormir. Pero fueron sobresaltados por un
peculiar sonido y un prolongado temblor del suelo que se encontraba debajo de ellos.
Temiendo que el techo se desplomara durante el temblor de tierra, Thor y sus
acompañantes se refugiaron en un ala del edificio, donde pronto se quedaron dormidos.
Al amanecer salieron, pero no habían avanzado mucho cuando vieron la forma
recostada de un gigante durmiendo y se dieron cuenta de que los peculiares sonidos que
habían perturbado su sueño habían sido provocados por sus ronquidos. En esos
momentos se despertó el gigante, se levantó, se estiró, buscó a su alrededor su
propiedad perdida y un segundo más tarde recogió el objeto que Thor y sus
acompañantes habían confundido en la oscuridad por una casa. Entonces se dieron
cuenta sorprendidos, de que no era sino un enorme mitón y que el ala donde habían
dormido era el lugar separado para el descomunal pulgar del gigante.
Tras averiguar que Thor y sus compañeros se dirigían hacia Utgard, como se llamaba el
reino de los gigantes, Skrymir, que así se llamaba el gigante, se ofreció a ser su guía;
tras caminar con ellos durante todo el día, les llevó al anochecer a un lugar donde les
propuso descansar. Sin embargo, antes de disponerse a dormir, les ofreció las
provisiones que había en su cartera. Sin embargo, pese a sus esfuerzos, ni Thor ni sus
compañeros fueron capaces de desatar los nudos que Skrymir había atado.