Frigg, hija de Fiorgyn y hermana de Jörd, según algunos mitólogos, es considerada por
otros como la hija de Jörd y Odín, con el que posteriormente se desposó. Este
matrimonio causó tal regocijo general en Asgard, donde la diosa era muy amada, que
tras el acontecimiento se convirtió en costumbre celebrar siempre su aniversario con un
festín y canciones y tras ser declarada patrona del matrimonio, siempre se brindaba a su
salud, junto a la de Odín y Thor, en los festines de boda.
Frigg es la diosa de la atmósfera, o mejor dicho, de las nubes y como tal era
representada con vestimentas blancas u oscuras, de acuerdo a su humor un tanto
variable. Ella era la reina de los dioses y sólo ella tenía el privilegio de sentarse sobre el
trono Hlidskialf, además de su esposo. Desde allí podía observar todo el mundo y ver lo
que estaba sucediendo y, según la creencia de nuestros antepasados, ella poseía además
el conocimiento del futuro, aunque, sin embargo, nadie podía persuadirla para que lo
revelara, probando de esta manera, que las mujeres eran igualmente capaces de guardar
importantes secretos.
Era generalmente representada como una mujer alta, bella y majestuosa, coronada con
plumas de garza real, el símbolo del silencio o del olvido, y vestida con atavíos blancos,
con un cinto de oro en su cintura, del cual pendían un montón de llaves, como símbolo
distintivo del ama de casa nórdica, de quienes ella era su patrona especial. Aunque
aparecía a menudo junto a su esposo, Frigg prefería permanecer en su propio palacio
conocido como Fensalir, el lugar de las nieblas o del mar, donde ella manejaba
diligentemente su rueca, hilando hebras de oro o tejiendo extensas telas de nubes de
brillantes colores.
Para realizar su trabajo, usaba una maravillosa rueca enjoyada que de noche brillaba de
forma intensa en el cielo, como una constelación, conocida en el Norte con el nombre
de «La Rueca de Frigg», mientras que en otros sitios era denominado al mismo conjunto
de estrellas, el «Cinto de Orion».
La elegante diosa invitaba a su palacio Fensalir a esposos y esposas que hubieran
llevado vidas virtuosas durante su estancia en la Tierra, para que pudieran disfrutar de la
compañía de su cónyuge incluso después de la muerte y nunca tener que ser separados
de nuevo.
Frigg era por tanto considerada como la diosa del amor conyugal y maternal, y era
venerada especialmente por las parejas casadas y los padres afectuosos. Sin embargo,
esta elevada labor no absorbía por completo sus pensamientos, pues se nos dice que ella
era muy aficionada a los vestidos y, siempre que aparecía ante la asamblea de los
dioses, su indumentaria era suntuosa y favorecedora y sus joyas eran elegidas con gran
gusto.
El amor de Frigg por los ornamentos la llevó en una ocasión por el mal camino, pues en
su ansia de poseer una joya nueva, robó en secreto una pieza de oro de una estatua que
representaba a su esposo, que acababa de ser colocada en su templo. El metal robado
fue confiado a los enanos, con instrucciones de fabricar con él un maravilloso collar
para su uso. La joya finalizada era tan resplandeciente que acentuó aún más los encantos
de la diosa y aumentó el amor de Odín por ella. Sin embargo, cuando este descubrió el
robo del oro, convocó enfurecido a los enanos y les ordenó que le revelaran quién había
osado tocar su estatua. Reacios a traicionar a la reina de los dioses, los enanos
permanecieron obstinadamente en silencio y, viendo que no lograría obtener ninguna
información de ellos, Odín ordenó que la estatua fuera situada sobre la entrada del
templo y que fuera puesta a trabajar para que ideara runas que le conferirían el poder del
habla y le permitiría denunciar al ladrón.
Cuando Frigg oyó esto, se estremeció de miedo e imploró a su asistenta favorita, Fulla,
para que ideara algún remedio de protegerla de la ira de su esposo. Fulla, que siempre
estaba dispuesta a servir a su señora, pertió inmediatamente, regresando pronto
acompañada por un horrible enano, el cual prometió procurar que la estatua hablara sólo
si Frigg se dignaba a sonreírle de buena gana. Tras haber sido concedido tal favor, el
enano corrió hasta el templo, infundió a los guardias un profundo sueño y, mientras se
encontraban inconscientes, bajó la estatua de su pedestal y la rompió en pedazos, para
que nunca pudiera llegar a revelar el robo de Frigg, a pesar de los esfuerzos de Odín de
dotarle de habla.
Odín se enfureció terriblemente al descubrir el sacrilegio por la mañana, tanto que
abandonó Asgard y desapareció llevándose consigo todas las bendiciones que solía
repartir entre dioses y hombres. Según algunas autoridades en la materia, sus hermanos
se aprovecharon de su ausencia para asumir su forma y asegurarse su trono y su esposa,
sin embargo, aunque se parecían a él exactamente, no fueron capaces de reimponer las
bendiciones perdidas y permitieron que los gigantes del hielo, o Jötuns, invadieran la
tierra y la envolvieran con su frío. Los pérfidos gigantes estrujaron las hojas y los brotes
de las plantas hasta que todas se marchitaron, desnudaron los árboles, amortajaron la
tierra con un gran cobertor blanco de nieve y hielo, y la cubrieron con impenetrables
nieblas.
Pero al final de siete fatigosos meses, el verdadero Odín se apiadó y regresó y cuando
vio todo el mal que se había hecho, echó a los usurpadores, obligó a los gigantes de
hielo a relajar sus garras sobre la tierra y a liberarla de sus ataduras de hielo,
esparciendo de nuevo todas sus bendiciones y alegrando toda la tierra con la luz de su
sonrisa.