Sif, la de los cabellos dorados

Sif, esposa de Thor, estaba muy orgullosa de su espléndida cabellera dorada, que la

cubría desde la cabeza a los pies como un brillante velo. También ella era el símbolo de

la Tierra, pues se decía que su pelo representaba el césped largo o el grano dorado que

cubría las tierras de cosecha del Norte. Thor estaba también muy orgulloso del hermoso

cabello de su esposa. Por tanto, es de imaginar su consternación cuando se la encontró

una mañana tan calva y carente de ornatos como la tierra cuando el grano ha sido

recogido y no quedan más que rastrojos. En su furia, Thor se alzó sobre sus pies y juró

que castigaría al que hubiese cometido tal atrocidad, del que inmediata y correctamente

conjeturó que era Loki, el malicioso y conspirador; que siempre estaba a la busca de

algún acto malvado que cometer. Tras coger su martillo, Thor se fue en busca de Loki,

el cual intentó evadir al airado dios cambiando de forma. Pero fue inútil, pues Thor le

alcanzó pronto, cogiéndole por el cuello y casi estrangulándole, antes de ceder ante sus

súplicas y soltarlo. Cuando recuperó el aliento, Loki imploró el perdón, pero sus ruegos

fueron en vano, hasta que prometió procurarle a Sif una nueva cabellera, tan bella como

la primera y tan profusa en longitud.

Sólo entonces dejó Thor marchar al traidor. Loki reptó por las entrañas de la tierra,

donde se encontraba Svartalfaheim, para suplicarle al enano Dvalin que le fabricara no

sólo la preciosa cabellera, sino también un regalo para Odín y Frey, cuya furia deseaba

aplacar.

Su petición fue recibida favorablemente y el enano fabricó la lanza Gungnir, que nunca

erraba su objetivo y el barco Skidbladgar, el cual, arrastrado siempre por vientos

favorables, podía navegar por el aire al igual que por el agua, además de poseer la

propiedad mágica de, aunque contendiendo a los dioses y a todos sus corceles, poderse

doblar hasta alcanzar un tamaño tan diminuto que cabía en un bolsillo. Finalmente,

hilvanó una bellísima hebra de oro, de la que fabricó la cabellera requerida para Sif,

declarando que tan pronto como tocara su cabeza, crecería rápidamente desde allí como

si fuera su propio pelo.

Loki estuvo tan satisfecho con tales pruebas de la habilidad de los enanos, que declaró

que el hijo de Ivald era el más diestro de entre todos los herreros, palabras que Brock,

otro enano, acertó a oír, tras lo cual exclamó que estaba seguro de que su hermano

Sindri podría producir tres objetos que sobrepasarían aquellos que Loki sostenía, no

sólo en valor intrínseco, sino también en sus propiedades mágicas. Loki retó

inmediatamente al enano para que demostrara su habilidad, apostando su cabeza contra

la de Brock como garantía.

Sindri, informado de la apuesta, aceptó la oferta de Brock de soplar el fuego con el

fuelle, advirtiéndole, sin embargo, de que él debería trabajar persistentemente y sin un

momento de descanso, si quería que tuviese éxito. Procedió a calentar algo de oro, tras

lo cual salió a apalabrar el favor de los poderes ocultos. Durante su ausencia, Brock

trabajó con el fuelle diligentemente, mientras que Loki, con la intención de hacerle

parar, se transformó en un tábano y picó cruelmente su mano. A pesar del dolor, el

enano siguió con su labor y cuando Sindri regresó, sacó del fuego un enorme jabalí

salvaje, llamado Gullinbursti, debido a sus cerdas doradas, que tenía el poder de emitir

luz mientras cruzaba los cielos, pues era capaz de viajar a través del aire con increíble

velocidad.

Con su primer trabajo concluido satisfactoriamente, Sindri echó un poco más de oro al

fuego y le pidió a su hermano que siguiera soplando, mientras él volvía a salir para

asegurarse la asistencia mágica. Esta vez, Loki, aún disfrazado de tábano, picó al enano

en su mejilla. A pesar del dolor, el enano siguió trabajando, y cuando Sindri regresó,

sacó triunfante de entre las llamas el anillo mágico Draupnir, el emblema de la

fertilidad, del que caían ocho anillos similares cada novena noche.

Ahora echó a las llamas un trozo de hierro y con renovada precaución, para no frustrar

su éxito por el descuido, Sindri salió, dejando a Brock soplando el fuego como antes.

Loki se encontraba desesperado y se preparó para un intento final. Esta vez, todavía con

la forma de un tábano, picó al enano por encima del ojo, hasta que la sangre comenzó a

emanar tan abundantemente que le impidió ver lo que estaba haciendo. Alzando

rápidamente su mano por un segundo, Brock se limpió la sangre; pero a pesar de lo

corta que había sido la interrupción, provocó daños irreparables y cuando Sindri extrajo

su obra del fuego, emitió una exclamación de decepción, pues el martillo que había

fabricado era corto de mango.

A pesar del contratiempo, Brock estuvo seguro de ganar la apuesta y no dudó en

presentarse ante los dioses en Asgard, donde le entregó a Odín el anillo Draupnir, a Frey

el jabalí Gullinbursti y a Thor el martillo Mjöllnir, a cuyo poder nadie podía hacer

frente.

A su vez, Loki entregó a Odín la lanza Gungir, el barco Skidbladnir a Frey y la

cabellera dorada a Thor. Pero, a pesar de que ésta creció inmediatamente sobre la

cabeza de Sif, declarando todos que era más bella de lo que sus propios bucles lo habían

sido jamás, los dioses decretaron que Brock había ganado la apuesta, debido a que el

martillo Mjöllnir, en manos de Thor, sería de gran valor en la última lucha contra los

gigantes de hielo.

Para salvar su cabeza, Loki huyó precipitadamente. Sin embargo, fue alcanzado por

Thor, que lo trajo de vuelta y se lo entregó a Brock, diciéndole que aunque la cabeza de

Loki era suya por derecho, no debería tocar su cuello. Impedido de acometer su

venganza, el enano decidió castigar a Loki cosiendo sus labios juntos y, ya que su

espada no los atravesaba, tomó prestada la lezna de su hermano para tal propósito. Sin

embargo, Loki, tras soportar las burlas de los dioses en silencio durante un corto

período de tiempo, se las ingenió para cortar el hilo y pronto volvió a ser tan locuaz

como siempre.

A pesar de su formidable martillo, Thor no era temido como el perjudicial dios de la

tormenta, que destruía tranquilas casas y arruinaba las cosechas con repentinas

tormentas de granizo y estallidos de nubes. Los nórdicos creían que lo arrojaba sólo

contra los gigantes de hielo y las murallas de piedra, reduciendo éstas a polvo para

fertilizar la tierra y hacer que produjera gran abundancia de frutos para los labradores.

En Alemania, donde las tormentas del Este son siempre frías y destructoras, mientras

que en el Oeste acarreaba consigo lluvias cálidas y tiempos suaves, se suponía que Thor

viajaba siempre de Oeste a Este, para luchar contra los espíritus malignos que de buena

gana habrían envuelto el país con impenetrables velos de niebla y lo hubieran cubierto

con cadenas de hielo.